Además de tener un grupo de WhatsApp en el que comunican cualquier incidencia, desde hace varios años se reúnen para cenar por Navidad.
Es una historia preciosa. Como un cuento de Navidad. Érase una vez una comunidad de vecinos perfecta. Todos se llevan bien. Están pendientes de los otros, pero no para fastidiarles, sino para ayudarles. Aquí sí hay quien viva. «Es milagroso», resume Juan Ponte, uno de la veintena de vecinos que habitan en este céntrico edificio de A Coruña. Tienen un grupo de WhatsApp en el que comunican cualquier incidencia. Anécdotas hay miles. «Yo un día iba a recibir un paquete y no estaba en casa y pregunté por el grupo quién podía abrir al repartidor. Una persona se ofreció sin problema», cuenta José Ferro, otro vecino. «Hace unos años alguien compró unas centollas y no le cabían en ninguna tartera. Lo puso en el grupo y le dejé yo una grande», destaca Juan. No sabemos si después le dieron alguna pata para probar, pero no me extrañaría en esta comunidad de ensueño.
CADA UNO EN SU CASA
La semana pasada se fueron de cena. Es la sexta que celebran y llega tras el obligado parón de la pandemia. Siempre escogen un local próximo a este edificio donde Frank Capra podría rodar la segunda parte de Qué bello es vivir. «Nos llevamos todos genial. Llega gente joven al edificio y se integra perfectamente. A la cena fuimos 16 personas. La primera recuerdo que la hicimos el 17 de diciembre del 2015 en el desaparecido bar Manolo y ahora reservamos en el café Bistró de Juan Flórez y cenamos fenomenal», apunta Juan. ¿Cuál es el secreto? ¿Por qué en este edificio todo fluye y no hay malos rollos vecinales? ¿Es un modelo aplicable al resto de comunidades? «El secreto es que nadie se mete en casa de nadie», sentencia.
Fuente: La Voz de Galicia.
Pablo Portabales